Ruedan incesantes las lágrimas, al navegar la penumbra del océano de la esclavitud, esa condición en la que una persona se hace propiedad de otra y queda bajo su control absoluto, privada de su libertad y derechos básicos.
Dejaré para otro texto algunas prácticas de esclavitud que admitimos como “legales” en el marco del sistema económico y que facilitan que gobiernos, empresarios y el dominante sistema financiero den cuenta de la tranquilidad y prosperidad de una buena parte de la población mundial, como los 700 millones de personas que viven hoy en condición de pobreza en el mundo.
De regreso al mundo del comercio ilegal, incluido el de personas, el último informe del Foro de Davos o Foro Económico Mundial, fijó en US$1 billón (1 millón de millones de dólares) sus ganancias, basado en una investigación de 2011 del Global Financial Integrity, un grupo de expertos con sede en Washington D.C., centrado en los flujos financieros ilícitos, la corrupción, el comercio ilícito y el lavado de dinero; cifra inmensa pero sorprendentemente inferior a la establecida por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, que ubica las ganancias anuales del comercio ilegal en unos US$2 billones, algo así como el 3,8% del PIB (Producto Interno Bruto) mundial de un año, que en 2022 fue de US$94.7 billones. Comparten honores en este mundo de comercio ilegal, el tráfico humano, el narcotráfico, la falsificación, el tráfico de armas, el tráfico ilegal de petróleo y el tráfico de vida salvaje, como las actividades de mayor rentabilidad.
Nuestra amada Colombia, que tiene 397.000 personas sometidas a las formas de esclavitud moderna, ocupa el quinto puesto en la región, detrás de Venezuela, Haití, El Salvador y Guatemala y el puesto 40 entre el total de los 160 países analizados en el Índice Global de Esclavitud (Global Slavery Index - GSI) desarrollado por Walk Free, una ong internacional de derechos humanos que busca evaluar la vulnerabilidad de la población a la esclavitud moderna. En su versión más reciente del 24 de mayo de 2023, expone a Corea del Norte, Eritrea, Mauritania y Arabia Saudita como líderes del sector esclavista; revela además un crecimiento del fenómeno desde 2018 y estima en 49,6 millones, las personas afectadas, de las cuales 27,6 millones están en situación de trabajo forzoso y 22 millones en situación de matrimonio forzado. Para ampliar la información al respecto, sugiero visitar https://www.walkfree.org/global-slavery-index/
Del seno del mal llamado “desarrollo”, extracta el GSI un manojo de suciedad de seis integrantes del G20, en su orden: India con 11 millones de esclavos, China con 5.8, Rusia con 1.9, Indonesia con 1.8, Turquía con 1.3 y Estados Unidos de América con 1.1, cifras que los distingue como unos de los países con mayor número de personas en situación de esclavitud moderna.
Destaca en las listas del comercio ilegal, el tráfico de personas como la tercera actividad más rentable, generando ganancias de unos US$31.600 millones, cifra cinco veces inferior a la entregada en 2014 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que la estableció en cercanía a los US$150.000 millones, de los cuales, dos terceras partes corresponden a la explotación sexual y el restante a la explotación económica incluida la esclavitud laboral a nivel doméstico, del agro, de la construcción o de la industria y de todas las formas de explotación humana consideradas violaciones graves de los derechos humanos.
Me cuesta trabajo cerrar este artículo con algo que no sea un lamento, cuando en el mundo millones de seres humanos, principalmente mujeres y niños, siguen siendo desproporcionadamente vulnerables a las formas de la esclavitud moderna.
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