Tanto Moscú como Washington se juegan modificar las estructuras históricas de seguridad, pero con algunas ganancias en sus partidas militares.
Bajo la Mirada de Jano
Por Manuel Alejandro Rayran Cortés*
Las primeras semanas del año han estado agitadas por la actual crisis de seguridad entre Rusia y Occidente. El centro de la discusión son los dos documentos que Moscú envió a Estados Unidos de América (EUA) y la OTAN el pasado 17 de diciembre, y los movimientos militares en la frontera entre Rusia y Ucrania, que han surgido por la insistente decisión de Kiev de ingresar a la alianza militar occidental.
Las reuniones diplomáticas del pasado 12 y 13 de enero en Ginebra (Suiza) y Viena (Austria), respectivamente, no han funcionado, y el aspecto militar tampoco será la solución. Los actores involucrados en el conflicto son conscientes de lo anterior porque hay elementos políticos, económicos y de estrategia militar más importantes que los deseos de los ucranianos.
En relación con los aspectos políticos, la actual crisis evidencia un desacoplamiento por parte de los aliados de la OTAN, pues mientras el Reino Unido y EUA insisten en el apoyo y la cooperación militar para Ucrania, el eje franco-alemán le apuesta más a las salidas diplomáticas. Este fraccionamiento se debe a que Francia y Alemania tienen históricamente lazos con Moscú y porque las sanciones que Washington le ha impuesto a Rusia y que los europeos tuvieron que secundar, los ha afectado más a ellos que a los estadounidenses, pues no hay que olvidar que los países europeos dependen del gas ruso y tanto París como Berlín tienen considerables inversiones y empresas en Rusia.
A lo anterior se agregan el periodo electoral y la crisis política interna en los países de Europa y EUA. En abril de este año, Francia tiene elecciones presidenciales y en enero asumió la presidencia rotativa de la Unión Europea, sin la compañía de la experimentada canciller alemana Ángela Merkel. Además, el primer ministro británico Boris Johnson, se enfrenta a una presión política por sus fiestas ilegales en medio de la pandemia y los escándalos de corrupción. Ahora, en el caso de EUA, Joe Biden aumenta su desaprobación y en noviembre se realizarán las elecciones a Senado, que de acuerdo con el actual ambiente político, sus posibles ganadores serían los republicanos, lo que representa una parálisis en la agenda del mandatario demócrata.
Ahora bien, en los aspectos económicos y de la estrategia militar, una guerra tampoco le convendría a ningún país involucrado, pues la crisis económica producida por la pandemia ha llevado a que los países desarrollados se endeuden cada vez más; de ahí que su prioridad es buscar la manera de cancelar la deuda pública, privada y externa. En el caso de la estrategia militar, los avances tecnológicos han impactado las formas de hacer la guerra; en ese sentido, en la actualidad el mundo atraviesa por un periodo de incertidumbre y miedo, pues no se sabe cómo serían las próximas guerras con la inclusión de la inteligencia artificial y la era digital.
Con todo lo anterior, Rusia y Occidente plantean una estrategia de disuasión militar para tener una diplomacia determinante. En otras palabras, tanto Moscú como Washington se juegan modificar las estructuras históricas de seguridad, pero con algunas ganancias en sus partidas militares. Esto se evidencia con que Ucrania, por su lado, ha sido armada por los británicos y estadounidenses, lo que le genera una posición estratégica positiva para Reino Unido y EUA, porque es lo más cerca que han estado de la línea roja de seguridad de Rusia por esa parte del mundo. Por otro lado, Moscú saca provecho en la medida que logra movilizar su armamento con una justificación, y es que se siente amenazada, lo que le permite generar más presión a los países europeos.
En conclusión, la crisis de seguridad se resolverá en una puja diplomática bastante dura. Washington y la OTAN no aceptarán las propuestas de Moscú, como por ejemplo la de bloquear la entrada de Ucrania y Georgia a la alianza militar, pero estarán dispuestos a acordar un desarme de misiles con Rusia y debatir las respectivas interpretaciones de los principios de indivisibilidad de la seguridad de la antigua zona de influencia soviética.
Adenda. Lo lamentable de la crisis de seguridad es que el peso recae sobre el pueblo ucraniano, que no solo se siente presionado porque Rusia no le permitir tomar una decisión de manera soberana, sino también porque todo el armamento que recibe por parte de Occidente debe pagarlo en los siguientes años cuando bajen las tensiones. En la política internacional nada es regalado.
*Manuel Alejandro Rayran Cortés
Magíster en Ciencia Política
Con orientación en Relaciones Internacionales con énfasis en Diplomacia y Resolución de Conflictos. Docente universitario.
@ManuelRayranC
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