El periodista americano Joe Kahn forjado como corresponsal en Asia y gran impulsor de la experimentación en narrativa digital, asume este martes la dirección del prestigioso periódico neoyorquino.
Fernando Belzunce*
Redacción ABC Cultura
Será un cambio tranquilo. Joe Kahn (Boston, 1964), el periodista que ha consolidado la apabullante apuesta digital de 'The New York Times' en los últimos seis años, asume este martes la dirección de la emblemática cabecera americana en sustitución de Dean Baquet. Forjado como corresponsal en Asia, actual número dos del diario y, por supuesto, premiado con el Pulitzer, coge el volante de una redacción formada por 1.700 periodistas a los que anima a experimentar con nuevas formas narrativas y a elevar cada vez más la ambición de su propuesta periodística. La dama gris, la cabecera más influyente en lengua inglesa, cumple 171 años con los deberes digitales hechos, con diez millones de suscriptores digitales y la sensación de que disfruta de una etapa de esplendor.
Joe Kahn, actual número dos del diario, liderará una redacción con 1.700 periodistas - Celeste Sloman (The New York Times)
—¿Cuáles son sus principales retos?
Creo que el primer objetivo de cualquier director de 'The New York Times' debe ser mantenerse centrado en nuestro periodismo más importante. Nos distinguimos por una gran ambición, en temas de largo recorrido, y también por la competitividad en la oferta informativa diaria. Estamos permanentemente centrados en impulsar la relación con nuestra audiencia mediante un enfoque constante en el periodismo de calidad, diferencial, que creemos que la atraerá de forma repetida. Ese es siempre el primer reto. Después vienen otros.
—¿Cuáles?
La polarización política supone un gran desafío para el periodismo. No sucede solo en Estados Unidos sino en las democracias occidentales. Nos planteamos cómo lograr que nuestra oferta resulte más valiosa para más personas al margen de su punto de vista político. Necesitamos enfatizar continuamente la importancia y el papel indispensable de la calidad de la información. Nuestra independencia. Otra prioridad muy importante es la forma en que hacemos nuestro periodismo, la manera de contar las historias, que está cambiando y evolucionando de forma muy relevante. Contamos con muchos especialistas en todo tipo de relatos multimedia, con gráficos, con vídeos, con diferentes usos de la fotografía y el diseño. Hemos realizado también una gran inversión en narración sonora. La unión de estos formatos crea grandes experiencias digitales. Este es un reto espectacular.
—Su predecesor, Dean Baquet, sostiene que usted es el periodista con mayor conocimiento digital de la redacción y el que menos miedo tiene a experimentar con formatos. ¿Cómo se ha convertido en un experto en internet?
Pasé muchos años como corresponsal en Asia, primero para 'The Wall Street Journal', y eso fue clave. En China dejé de tener acceso diario a la edición de papel, así que mi acceso al periódico era siempre a través de una experiencia digital, no impresa. Me acostumbré a consumir en digital y a trabajar pensando en digital. Quizás por eso, pude empezar antes que otros a desarrollar ideas sobre la forma en que nuestra narración digital podría evolucionar. Y ya cuando me convertí en editor tuve la oportunidad de hacer muchas pruebas. Vi un universo de oportunidades. Así que me centré, junto con muchos otros colegas, en repensar los flujos de trabajo y en atraer a más lectores con diferentes formas de mostrar el periodismo.
—¿Es la digital la nueva edad de oro para 'The New York Times'?
Es una buena cuestión. Eso espero. Me parece que esta etapa incluso puede superar la del apogeo de los periódicos impresos. La prioridad de la redacción y la empresa es que el buen periodismo impulse una relación basada en la suscripción con más y más personas. No estoy seguro de que haya funcionado así en el auge del periódico de papel, cuando éramos principalmente una empresa de publicidad y también una empresa de circulación. La gente pagaba entonces por el producto físico, pero la relación entre los artículos y el número de suscriptores que teníamos era muy difícil de medir. Se medía la cantidad de publicidad vendida. Así que había un enfoque mucho más centrado en la parte de la empresa que vendía publicidad y la redacción producía periodismo que en su mayoría rellenaba el periódico impreso. Dimos un giro y nos transformamos en una organización esencialmente digital con la suscripción como eje.
«Esta etapa incluso puede superar la del apogeo de los periódicos impresos»
—El modelo de suscripción apuesta por el valor del periodismo...
Eso es definitivo. Ahora tenemos una relación mucho más directa entre la producción de buen periodismo y la consecución de suscriptores. En ese sentido sí creo que es una era dorada para la redacción, ya que las noticias que creamos, el periodismo que hacemos, impulsa el negocio directamente. Y así la empresa tiene un incentivo para reinvertir continuamente en el periodismo y conseguir más suscriptores. Hay una especie de encuentro entre la estrategia de la empresa y la de la redacción. Y espero que eso signifique una especie de edad de oro.
—Muchos grandes periódicos experimentan graves problemas financieros. ¿Cree que el modelo económico en internet favorece que el periodismo sea rentable?
Es complicado. Creo que cada medio de comunicación va a tener que desarrollar estrategias específicas. En todo caso, creo que este enfoque que consiste en crear un periodismo relevante para los lectores, lograr que paguen y reinvertir cada vez más en la calidad de los contenidos es el que cada vez más medios adoptan. Algunos ya han tenido éxito. A nosotros nos ha costado muchos años desarrollarlo y perfeccionarlo. Esto no es una noche en la que enciendes un interruptor y de repente tus problemas están resueltos. No. Se necesita mucho tiempo para construir.
—Usted lanzó la edición en chino de 'The New York Times' hace ya 12 años y poco después publicó un reportaje sobre la corrupción en Pekín que hizo que el Gobierno cortara el acceso a ese sitio web desde China. ¿Es sostenible esa situación?
No tenemos ninguna expectativa de cambio por parte del Gobierno chino. Por supuesto, hay un gran número de lectores chinos que tiene acceso a la información internacional a través de redes privadas virtuales y que puede consultar nuestra web. Y está la comunidad china que vive fuera de su país. Así que seguimos trabajando para ese público sin ninguna expectativa inmediata de un cambio en la China continental.
«No queremos que la gente se tome Twitter como si representara a la audiencia, que es mucho más amplia y rica»
—Se marchó a China como corresponsal en los años noventa porque pensaba que era el mejor lugar para crecer como periodista. ¿Aún lo piensa?
Ojalá pudiera decir eso. Creo que, por desgracia, China se ha convertido en un lugar muy difícil para trabajar, en parte debido al cambio de actitud de los dirigentes políticos del país y también debido a su respuesta a la pandemia. Se han cerrado más al mundo exterior. Hay un contraste con la década de los noventa, cuando estaban en un proceso de apertura. Eso no significa que China no sea una historia fantásticamente interesante. Lo es. Haremos todo lo posible para mantener tantos corresponsales allí cómo nos permitan.
—¿Qué lugar elegiría ahora para desarrollarse como periodista?
Ya no señalaría un país específico. Creo que el mundo se ha convertido en un lugar más peligroso. Con todo, hay una gran necesidad de desarrollar esas experiencias periodísticas en muchas partes. Hay necesidad de explicar los cambios en los países más autoritarios. China, Rusia, Turquía e incluso India, que es una democracia pero que muestra inclinaciones autoritarias. Entender esas tendencias es muy importante y debería presentar algunas oportunidades para los jóvenes periodistas que realmente desarrollen una experiencia lingüística y de territorio.
—¿Cuáles son los valores que más aprecia en un periodista?
Buscamos profesionales que tengan una trayectoria meritoria y también entusiasmo para analizar los temas de una manera realmente completa y explicarlos. Es muy importante la mentalidad investigadora. Contratamos también a muchísimos profesionales especializados. Nos interesan personas que sepan manejar datos, personas que entiendan cómo crear una presentación multimedia, periodistas de audio... Y también buscamos siempre editores de gran calidad, que trabajen como socios de los periodistas para desarrollar sus historias y que sean entrenadores y mentores y ayuden a elevar una pieza de periodismo a otro reino.
—¿Por qué han recomendado a sus periodistas que no usen Twitter «demasiado»?
No nos oponemos. Pero no queremos que la gente se tome Twitter como si representara a la audiencia, que es mucho más amplia y rica. Deberíamos estar siempre dispuestos a escuchar las críticas, pero en las redes sociales no son tan útiles y tampoco son representativas. Queremos que los periodistas sigan su misión periodística al margen de las redes. Esta recomendación es un mensaje para que los periodistas se centren en lo importante. Twitter genera debates muy tóxicos y no deberíamos utilizarlo como una especie de barómetro de lo que es bueno y lo que no.
—Durante la presidencia de Donald Trump las redes sociales experimentaron un auge y se alimentó la desconfianza hacia los grandes medios tradicionales. ¿Cómo se puede recuperar esa confianza?
Pensamos mucho en esos temas. Hemos creado una iniciativa, llamada 'proyecto de confianza'. Queremos estar seguros de que proporcionamos a los lectores tanta información como podemos sobre por qué hacemos una investigación, quiénes son los periodistas implicados o cuál es su experiencia. Como empresa, también queremos ser más abiertos y comunicativos con el mundo exterior y no parecer una torre de marfil. Hemos descubierto que algunas de nuestras nuevas narrativas, en particular el podcast 'The Daily', hacen un gran trabajo en ese sentido, mostrando el día a día de la redacción. Y eso ha ayudado a levantar el telón del proceso periodístico y que sea más digno de confianza.
—La reciente investigación sobre la matanza de Bucha, en Ucrania, donde demostraron con imágenes de satélite que las autoridades rusas habían mentido, les habrá reforzado.
Desde luego. Creo en las grandes historias internacionales. Hemos enviado un gran equipo a trabajar sobre el terreno en Ucrania. Tenemos corresponsales de guerra, algunos de nuestros mejores fotógrafos, un productor de vídeo, muchos cámaras, una unidad de investigación visual y unos cuantos productores de audio y técnicos sonoros. Uno de nuestros periodistas de podcast también estará trabajando allí durante un tiempo. Esa guerra hay que contarla bien.
—Cuáles son los riesgos más importantes para los periodistas hoy en día?
El primero sería el riesgo físico, ya que los periodistas se mueven en territorios cada vez más peligrosos, y el segundo sería el riesgo psicológico, debido a las campañas de acoso que los informadores reciben en redes sociales. Son dos riesgos que nos tomamos muy en serio.
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