Por Hernán Alejandro Olano García
Hace ya 335 años, hacia las diez de la noche del 9 de marzo de 1687, se produjo lo que se conoció como “el ruido de Bogotá” y, que dio lugar a hablar de “los tiempos del ruido”, cuando se creyó en Bogotá que se iba a acabar el mundo, porque se escuchó un ruido misterioso y fortísimo de origen desconocido, acompañado de un intenso olor a azufre, que permaneció en el ambiente durante unos cuantos días.
El ensordecedor y desconcertante ruido, hizo pensar a los santafereños que se trataba de una manifestación demoníaca y que se aproximaba el fin de los tiempos, aunque los científicos identificaron el olor con el paso de un meteroide (pequeño asteroide) muy cerca del suelo de la capital virreinal, como lo analizaron científicamente en la revista de la Academia de Ciencias Físicas, exactas y Naturales los astrónomos Freddy Moreno y José Gregorio Portilla, quien expresa que el geofísico Jesús E. Ramírez atribuyó, sin ofrecer más detalles, el ruido a un “fenómeno atmosférico”, y que Armando Espinosa sostenía que la causa fue una creciente del río Fucha.
Incluso, según lo narraron los cronistas Juan Rivero en 1728 y Joseph Cassani en 1741, que no presenciaron el evento, el apocalíptico ruido tuvo una intensidad y duración tal que originó una situación de pánico colectivo en los habitantes de toda la ciudad, debido a las tres explosiones que se escucharon.
Sin conocer su causa u origen, muchos habitantes, atónitos y desconcertados, salieron desnudos o en ropas ligeras y corrieron sin dirección. Otros no encontraron más recurso que forzar las entradas a las iglesias y encomendarse a los santos de su devoción.
Sin embargo, para los astrónomos Moreno y Portilla, “Primero, los avances en observación astronómica indican que la población de objetos, como pequeños asteroides y cometas, que pueden eventualmente colisionar con la Tierra es bastante numerosa. El número estimado de objetos con tamaños entre 1 y 10 metros (un tamaño apropiado para generar un evento de características semejante al relatado aquí) en órbita cercana a la Tierra es calculado en poco más de mil millones. La entrada de material extraterrestre no es un fenómeno ocasional: ocurre todo el tiempo. Cada año se reportan caídas de meteoritos o explosiones de pequeños objetos en las capas altas de la atmósfera. Estimaciones recientes establecen que la Tierra gana diariamente cerca de 500 toneladas de este tipo de material, la mayoría con tamaños microscópicos. Hoy sabemos que en promedio se presentan al año entre 10 y 40 explosiones de asteroides pequeños con energías equivalentes a la de una pequeña bomba atómica. Un ejemplo reciente viene al caso: el 1 de noviembre de 2007, la entrada de un meteoroide sobre el sur del departamento de Huila produjo una explosión que alarmó a los habitantes de varias poblaciones de ese departamento. Entre ellas, Hobo, Algeciras, Campoalegre y Palermo”.
Los cronistas coloniales tomaron este hecho del ruido, para algunos relativamente insignificante para recrear una historia de la llegada del Apocalipsis; el ruido se quedó y la ciudad sigue destruida, llena de cráteres de asteroides.
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