Elementos de Juicio
Álvaro Toquica*
¿Estamos seguros de haber votado a plena conciencia, con toda la información disponible y pensando en un país diferente o manifestamos en el voto el influjo de alguna mente macabra?
Hace 5 años, cuando se firmó en Cartagena el Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), buscando poner fin a medio siglo de guerra, el entonces presidente Juan Manuel Santos propuso para su validación un plebiscito, mecanismo constitucional en el que se somete a votación popular un tema de gran importancia para el Estado.
El plebiscito tuvo por alimento una campaña de desinformación generalizada que condujo a que unos votaran por el SÍ y otros por el NO, en medio de la confusión y la emoción.
Mentiras provenientes de ambas esquinas aseguraban al ganador tener de su lado el falso argumento del “triunfo de la democracia” o la “manifestación de la voluntad popular”. Los colombianos, presa del dolor que en la intimidad del ser nos producen las atrocidades de la guerra, votamos, algunos esperanzados en un país con menos violencia y otros convencidos de que la paz se logra por el camino de la rendición del contrario.

¿Estamos seguros de haber votado a plena conciencia, con toda la información disponible y pensando en un país diferente o manifestamos en el voto el influjo de alguna mente macabra? Es importante cuestionarnos esto porque es cierto que la guerra les gusta y les conviene a algunos y lo único que podría favorecerlos de más, es que contaran con la validación de la ciudadanía.
Con todo esto, sólo se consiguió hacerle “pistola a la paz”, darle la espalda a la que muy posiblemente ha sido la mejor opción que ha tenido el país para cambiar su historia de violencia. Estas pistolas a la paz se han defendido incluso en escenarios internacionales, mintiendo de viva voz al mundo y disfrazando la triste verdad de un proceso de paz al que se la han puesto todo tipo de trabas, dificultando la reincorporación de cientos de familias a la vida civil y manteniendo viva la violencia como argumento de poder.
“El problema no es que alguien escupa basura,
sino que estemos prestos a alimentarnos de ella”.
Vemos ahora en los albores de las elecciones presidenciales, de nuevo en la palestra pública los mismos discursos guerreristas que desafortunadamente tienen aún su público, entre quienes ni a la luz de los argumentos, cambian sus perspectivas.
Pensemos si acaso no es cierto que nos hicieron pistola y nos hicimos pistola, permitiendo que los señores de la guerra nos enfrentaran con falsos argumentos y que a cambio de perfeccionar acuerdos entre los colombianos y avanzar hacia una paz duradera, nos mantuviésemos divididos y empobrecido.
*Álvaro Toquica
Coordinador general del Observatorio Ciudadano de Fontibón – OC9
Diseñador Industrial y especialista en Desarrollo Social atoquica@gmail.com
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