Es posible que la primera impresión del objeto a conocer sea correcta y no sea necesario trazar una hipótesis con muchos elementos teóricos; y es que, en muchos casos, resulta suficiente la intuición, cuando esta tiene sustento en la experiencia previa, el conocimiento acumulado y en una “especial sensibilidad” a los detalles sutiles que pueden pasar desapercibidos para el pensamiento racional.
Invitan algunos autores a hacer relectura de sus obras, como el siempre complejo filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas y quien nos ocupa hoy: el destacado filósofo y teólogo canadiense de la Compañía de Jesús, Bernard Lonergan (1904-1984) nacido en Buckingham, Quebec, quien estudió en el Seminario Loyola en Montreal y en la Universidad de Heythrop en Oxford y fue docente en varias instituciones como la Universidad de Toronto.
Quienes me intuyen de alguna forma, suelen saberme seducido por la “intelección”, proceso de comprensión tendiente a la elaboración de juicios y la toma de decisiones mediando un método, un mecanismo intelectual como aquel descrito en una de las obras principales de Lonergan, “Insight: un estudio de la comprensión humana” de 1957, donde presenta su teoría del conocimiento, explora el proceso de comprensión y aborda en particular la naturaleza y el desarrollo del “insight” o comprensión intuitiva, momento preponderante en el proceso cognitivo humano, donde la mente llega a una comprensión más profunda y penetrante de la realidad.
El término intuición, por cierto, tiene origen en el latín medieval “intuitus”, contemplar, observar, considerar o “mirar hacia adentro”, y está compuesto de in (en, dentro) y tueor, tuērī (mirar).
Fue en la Universidad Javeriana, que suele ser anfitriona de eventos alrededor de la figura de Bernard Lonergan, que pude acercarme por primera vez a la noción de “insight” como una forma de conocer con la que, sin pretenderlo, atravesamos a veces el objeto de estudio y obtenemos en ese ejercicio, lo suficiente para hacernos una idea de él, que no por inmediata, resulta insuficiente.
Y aunque solemos atribuir a otros métodos como el dialéctico, el fenomenológico, el hermenéutico y el analítico, una estructura más consistente, valoro del “insight”, la facultad que ofrece para comprender o percibir algo de manera directa e inmediata, sin la necesidad de razonamiento o análisis consciente, permitiendo al individuo captar la verdad en su plenitud, ya sea en el ámbito cognitivo (verdades intelectuales o conceptuales) o en el moral (valores y principios éticos).
El “insight” está allí siempre disponible, ofreciéndonos una vía de comprensión intuitiva que parece surgir de manera espontánea, sin un proceso deliberado o lógico, presta a hacerse partícipe de diferentes aspectos de la experiencia humana, como la percepción de la verdad, la toma de decisiones, la resolución de problemas y la interpretación de situaciones sociales y emocionales, especialmente en los ámbitos de la filosofía, la teología, la ciencia y la ética.
Recuerdo aquí el “principio de parsimonia” que resume la filosofía de Guillermo de Ockham, pensador del siglo XIV: “pluralitas non est ponenda sine necessitate”, que traduce: “la pluralidad no se debe postular sin necesidad”. Con este principio también conocido como “principio de economía” o “navaja de Ockham”, el filósofo asevera que es posible que la primera impresión del objeto a conocer sea correcta y no sea necesario trazar una hipótesis con muchos elementos teóricos; y es que en muchos casos, resulta suficiente la intuición, cuando esta tiene sustento en la experiencia previa, el conocimiento acumulado y en una “especial sensibilidad” a los detalles sutiles que pueden pasar desapercibidos para el pensamiento racional. Es posible que la intuición misma no pueda ser explicada o justificada de manera lógica, pero es de hecho una vía valiosa en la toma de decisiones y en la comprensión de situaciones complejas.
Importante acotar que no todas las mentes son igualmente competentes para extraer lo mejor de la intuición, en especial cuando están fuertemente sujetas a sesgos cognitivos y emocionales, caso en el cual resulta más que recomendable complementar el proceso de la comprensión con un análisis racional y una evaluación cuidadosa de la información disponible.
Y si acaso pretendemos enriquecer esa intuición que hace parte de nuestros ejercicios cotidianos, sugiero hacer un esfuerzo mayúsculo para afinar sus virtudes, para que de esta forma alcancemos niveles más elevados de comprensión de la realidad.
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