Cada vez que se hablaba de alguien que estaba desaparecido, utilizábamos una expresión hoy incomprendida por quienes desconocen la historia: “Más perdido que el hijo de Lindbergh”.
Por: Hernán Alejandro Olano García
En el año 1919, el piloto norteamericano Charles B. Lindbergh realizó una hazaña aérea, por la cual recibió un premio de 25 mil dólares otorgados por el filántropo Raymond B. Orteig. Hizo un vuelo sin escalas desde Nueva York hasta París, que duró 33 horas y 32 minutos, en un avión monoplano de un solo motor Ryan NYP, bautizado como “Spirit of St. Louis”, El Espíritu de San Luis.
El 1 de marzo de 1932 su hijo de un año y ocho meses, Charles Lindbergh Jr., fue secuestrado del hogar familiar, por Bruno Richard Hauptmann Giugni, quien pidió un rescate de 50 mil dólares que le fueron pagados en certificados de oro, pero no devolvió el niño, de quien, aunque posteriormente se encontró un cadáver, nunca se tuvo certeza de que el fallecido fuese el infante, por eso continuó durante muchos años la campaña para averiguar dónde estaba Charles Jr. Y la respuesta era: “Más perdido que el hijo de Lindbergh”, lo cual llevó al secuestrador a un extenso juicio, en el cual, no obstante alegar su inocencia, fue condenado a la pena capital y ejecutado el 3 de abril de 1936.
Entre 1927 y 1928, Lindbergh, en su famosa aeronave realizó un extenso viaje por países de América Latina, sobrevolando Colombia y dejando un error en su bitácora de vuelo. Algo que seguramente ya se habrá corregido en 95 años.
Resulta que en Tunja había, antes de llenarse hoy de barrios de todo tipo, una gran extensión de barrancos al norte y oriente de la ciudad, de un tono ocre oscuro y compuestos de caolín, que se desaprovechó para la fabricación de porcelanas y se utilizó más para blanquear muros de casas y conventos.
En el libro “Mi Lucha”, publicado en 1978 por el doctor Arcadio Dulcey, quien hizo parte de un simpático grupo de repentistas aristocráticos tunjanos que se reunían en el Club Boyacá, se lee: “Como dato curioso, aunque un poco inverosímil, se comentó mucho en su época que cuando en enero de 1928 pasó a gran altura en el Espíritu de San Luis el aviador Lindbergh en un vuelo de Bogotá a Caracas, creyó que los barrancos de Tunja eran los techos de teja de las edificaciones de una ciudad y anotó en su diario de vuelo que había avistado la ciudad más grande de Sur América”.
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