Las Granjas de Techo fue como se nombró al barrio obrero en las afueras y el occidente de Santa Fe de Bogotá, construido en los terrenos de Techotyba, Fontibón y Puente Aranda, a finales de los años 30, por el Banco Central Hipotecario, para brindar viviendas y granjas a sus empleados, acogiéndose a la Ley 170 de 1936.
Según Luis Fernando Acebedo (**), este y otros barrios obreros, junto con la creciente concentración física de las fábricas en este sector, fueron los factores que determinaron el crecimiento de Bogotá hacia el occidente. Gracias a su componente rural, a que estas y otras urbanizaciones de empleados se dejaron fuera del perímetro de la ciudad y a que durante los años 40 ese terreno de 20 mil varas cuadradas (casi 14 mil metros cuadrados) de las granjas, se fue industrializando y se prohibió su parcelación en unidades menores a 4 mil (2.976 metros cuadrados), se consolidó lo que hoy se conoce como la zona industrial de Montevideo, en la UPZ Granjas de Techo.
Para 2023, la Localidad de Fontibón cerró con algo más de 21 mil 200 empresas con registro mercantil activo, según la Cámara de Comercio de Bogotá, de las cuáles se estima que el 11%, aproximadamente, se ubican en las 473 hectáreas de suelo predominantemente industrial y de servicios de la UPZ Granjas de Techo, en donde se generan casi 33 mil empleos (de esos, más 15 mil industriales) y predominan las actividades de producción de prendas de vestir, alimentos, químicos, y productos plásticos, según la Secretaría de Desarrollo Económico.
A pesar de que la zona industrial de Montevideo sobrevivió a las renovaciones urbanas del hundido Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de Peñalosa, en el que quería “mordisquearla” para construir vivienda para crearle demanda a su negociazo de Transmilenio, no se salvó del POT decretado por Claudia López y mucho menos, de la voracidad de las constructoras.
Durante 2019, mediante la mezcla de usos de suelo sin mucho límite, las constructoras se las arreglaron para sacar adelante el Plan Parcial Montevideo en predios del antiguo Carulla, y que consiste en intervenir 77 mil metros cuadrados para la construcción de más de 17 mil metros cuadrados de espacio público, mil metros cuadrados para equipamientos de suelo, y, por supuesto, 2.464 viviendas, que se proyectan para más de 7 mil 600 habitantes, en una zona industrial en la que por obvias razones, hay actividades de alto impacto ambiental y urbanístico.
El proyecto de 4 manzanas que ya está en obra, justo frente a la Corporación de Empresarios de Centro Occidente -Coremco-, una asociación empresarial que gestiona asuntos de servicios públicos, seguridad, temas urbanos y otros ante las entidades, tiene preocupados a los empresarios de la zona, pues saben que estos proyectos son resultado del grave proceso de desindustrialización del país y la ciudad, y de la falta de protección y apoyo a la manufactura, a pesar de ser la actividad que genera mayor valor agregado por su aplicación intensiva de ciencia, tecnología e innovación, además de generar puestos de trabajo calificados, que los hacen más estables y mejor remunerados.
Además, saben que existen otros planes parciales, adoptados o no, que amenazan con cambiar la dinámica en las zonas industriales mediante, la construcción de vivienda, como sucede con Bodegas del Rhin, Textilia, Pensilvania, Nueva Aranda, y Nuevo Salitre.
Como agravante, el POT de Claudia López incluyó uno de los megaproyectos llamados Actuaciones Estratégicas en Montevideo, y que a pesar de no estar priorizado en el articulado del Decreto 555, hoy lo está en la agenda de la Alcaldía de Galán, la Empresa de Renovación y Desarrollo Urbano de Bogotá -RenoBo, la Secretaría de Planeación y el gremio constructor.
A cierre de edición, se conocía que RenoBo había radicado la iniciativa, es decir, dio el primer paso para la adopción de la Actuación Estratégica. Ahora se espera la expedición de la resolución y las directrices del proyecto que busca intervenir 418 hectáreas, 2.044 lotes y busca impulsar la reconversión productiva (cambiar actividades manufactureras por las de la llamada Economía Naranja), la “revitalización” y la redensificación del sector sobre corredores de movilidad.
No hay que olvidar que a pesar de la gran importancia de las zonas industriales y el tejido económico bogotano, durante la construcción del decreto de protección a moradores y actividades productivas, la Secretaría Distrital de Hábitat tuvo muy en cuenta la participación de gremios de empresas de grandes capitales como Fenalco, Camacol y la Cámara de Comercio de Bogotá, pero pasó por alto la participación de las micro, pequeñas y medianas empresas (99,3% del tejido empresarial capitalino), y de gremios y asociaciones locales de productores, como Coremco, de las zonas industriales de Fontibón, Puente Aranda y Kennedy; Asoálamos; Asempto (Toberín), Acopi, entre muchos otros.
En parte, resultado de esto, la política de protección a moradores y actividades productivas que no protege a los moradores, tampoco lo hace con las actividades productivas, e incluye unos apartados bastante escuetos e insuficientes, si se piensa que lo que se debe proteger es el empleo y la capacidad de crear riqueza, pues, como lo dijo Friedrich List, “El poder de crear riqueza es, por consiguiente, infinitamente más importante que la riqueza misma”.
Resulta incomprensible cómo a pesar de la importancia de tener un aparato productivo robusto que pueda generar riqueza y empleo de manera sostenible, hoy las mismas instituciones que deberían encargarse de crear un entorno adecuado para esto, son las mismas que lo deterioran o cambian más. Esta zona industrial que durante más de 80 años se ha consolidado, con todo lo que eso significa, hoy está expuesta a la gana constructora, y las propuestas insensatas de cambiar las dinámicas económicas industriales por otras de menor valor agregado o por usos residenciales.
En los mismos suelos que en su momento bien se destinaron para el trabajo y la producción industrial, ahora se impulsan y permiten proyectos de vivienda. “Granjas” de 60 metros cuadrados.
Coletilla. Las mayorías de bolsillo de Galán en el Concejo, aprobaron el Plan Distrital de Desarrollo, incluido el programa Bogotá Ciudad Portuaria, para vender a la ciudad como un destino turístico, pero no incluye ninguna estrategia contra la turistificación o la gentrificación, y trae apenas una simple mención frente al grave problema de explotación sexual y comercial de niños, niñas y adolescentes, a pesar de que de las alertas del Instituto Distrital de Turismo dicen que hay evidencia de que estos actos se cometen en viviendas turísticas.
* Luis Fernando Acebedo Restrepo, “Las industrias en el proceso de expansión de Bogotá hacia el occidente”, Universidad Nacional de Colombia. 2006.
Fabuloso recuento y análisis de la forma en que crece y se "desarrolla" la ciudad, con una marcada influencia de los desarrolladores inmobiliarios que son como "pirañas" ávidas de suelo para fortalecer sus proyectos económicos de carácter inmobiliarios, apun en detrimento de la calidad de vida de la ciudadanía.
Excelente enfoque sobre aquel fenómeno que denominamos "desarrollo" y que en Bogotá lleva la ruta de la hiperdensificación y la desindustrialización. Desarrolladores inmobiliarios haciendo su agosto.